sábado, 17 de septiembre de 2011

Balada Triste de Trompeta


El mundo del circo como tal o la situación española desde 1937 a 1973. Política, Carrero Blanco, Franco, militares adláteres del régimen, pero también los payasos de la tele, la tele en B/N, el arte pop de los 70, todo ello entra en el imaginario habitual del cine-comic de Álex de la Iglesia en una historia de acción, amor y venganza. Una historia de payasos contrapuestos, el triste y el tonto (una versión extremadamente diferente a la de los hermanos Toneti) con una chica al fondo. Carlos Areces encarna magistralmente al payaso triste que no hace reír. En su pasado un germen de odio que brotará después. Involucrado en la explosión de venganza está el payaso tonto, Antonio de la Torre, que hace reír (y llorar) y Carolina Bang, una ingenua chica explosiva centro del alboroto general.

Álex de la Iglesia no renuncia a los parámetros habituales del cine que hace cuando le entra el baile de San Vito cinematográfico. Con estética de comic desaforado, primeros planos, montaje nervioso y mucho color rojo, el director vasco me convence con una película que evidentísimamente hizo aplaudir a raudales a Quentin Tarantino, a la sazón presidente de la Mostra de Venecia 2010 (el guión y la dirección de esta película forman parte del palmarés del certamen italiano). Quizá la violencia de ambos confluyan en esta película.

Balada triste de trompeta es “deliriosa”, que no deliciosa. Lejos de ser esto último en el sentido literal de la palabra, es “deliriosa” por el delirio evidente en el aspecto formal de la cinta, en la factura sobre todo del tramo final (El día de la bestia quince años después en otro escenario, siniestro aún en decorado, y sobre todo con más medios. F/X, y que De la Iglesia es mejor director). Deliciosa, pero menos que delirio, por el indudable regocijo interno del director vasco al rodar ciertas escenas.

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