
El reciente proyecto del reconocido director, Gus Van Sant se mete dentro del género de comedia romántica, cayendo en clichés del género pero filosofando sobre “el cómo vivir la vida”. Cursi hasta el tuétano, sin embargo, llegadora y lacrimógena. Restless se alimenta de Love Story, pero sin tanto drama como se podría esperar de un amor con fecha de caducidad. Enoch es un chico torturado por una morbosa obsesión por la muerte. Su vida transcurre entre la visita a diversos sepelios y conversaciones con el fantasma de un soldado japonés muerto en la segunda guerra mundial, Hiroshi. Un día conoce a Annabelle, una enferma de cáncer, enamorada por la biología y apasionada por la vida. La conexión entre ellos es inmediata, abriendo la posibilidad de un romance entre ellos, donde se mezclan la ternura y la morbosidad por la muerte. La historia no toma el camino fácil, es una cinta esperanzadora y tierna, es la visión de un amor intenso y el encuentro de dos almas gemelas. Restless sólo plantea una pregunta: El tiempo que se ama ¿Se mide por intensidad o tiempo? Es difícil responder, Gus Van Sant se limita a demostrar que una relación tiene expiración, pero que al final lo que termina en la mente de una relación, es la intensidad en que se ama y se vive.




























